En la era de la imagen, dime: ¿quiénes somos? Sin filtros. Sin maquillaje. Despeinadas. Con las axilas sin depilar. Con el pijama deshecho y las bragas de estar por casa. Así somos, en la intimidad. Pero no pasa nada. Tranquilidad. Yo también subo a mis redes las fotos bonitas. A poder ser, sonriendo. Con ropa de colores. La que me gusta llevar cuando estoy feliz.
Sin embargo, a veces, también voy de luto. Con la camisa negra. Me envaino unos leggins o un chándal, me hago una coleta de mierda y salgo con las ojeras que tenga. Esa soy yo también. Porque a veces estoy triste, estresada, cansada. O simplemente tengo otra prioridad. Y sí, a veces me enfado. Todo no va a ser sonrisa y eyeliner. Y a eso tengo derecho, también.
A lo largo de mi vida, he reflexionado mucho sobre ese tema. ¿Por qué tendré yo que querer ser perfecta? Con ser buena gente, tengo, me parece a mí. ¿Pero perfecta? Eso nos han exigido durante muchos años a hombres y mujeres. Cada cual, en su estereotipo preconcebido. Que no nos extrañe, ahora, en la era de la imagen.
Lo que pasa es que a nadie le interesa tu perfección. Ni antes, ni ahora, ni nunca. Nadie va a valorarte por tu intelecto. Por tu aspecto físico, a pesar de lo que parece en tanta red social, en la televisión o en el cine… tampoco. Por ser la trabajadora más abnegada, la amante más comprensiva, la amiga más entregada… olvídalo. Siempre habrá alguien mejor. Siempre habrá alguien que no te quiera bien. Y no podemos gustarle a todo el mundo. La sociedad está a la caída, esperando el fallo, para juzgarte y pisotearte, si puede. Da igual que lo hayas hecho bien. La noticia es el error, la diferencia, la salida de tono.
Pero tranquilidad. Puedes equivocarte. Puedes gritar, decir algo inapropiado. Liarla parda. Nadie es perfecto. Tú te equivocas, también. Todos nos equivocamos. Y rectificar es de sabios.
También hay quien te quiere bien. Quien sabe que, de verdad, debajo de toda tu basura estás tú. Que puedes tener un mal día. Todos merecemos que nos arropen cuando estamos perdidos. Solo hay que encontrar unos brazos sinceros.
Pero primero, búscate. Búscate tú. Mírate en el espejo. Sin embargo, no olvides que lo que ves es un reflejo, solamente. Solo una imagen. Tu rostro ni siquiera es así. Cierra los ojos y piensa en ti, desde dentro. Perdónate. No pasa nada por dar un traspiés. Sacúdete el polvo y sigue tu camino. Y muéstrate al mundo como más te dé la gana. Con tus filtros y tu mejor cara, o con tus sobacos peludos. Qué más da… te van a criticar igual.
Yo no pienso cambiar las reglas del juego. Me basta con saber quién soy.
Escribo poesía. Enseño Lengua y Literatura española. Investigo el significado de las palabras y la obra de otras escritoras.