De la cuna a la tumba, la vida parece lineal. Un día cruzas el túnel y viajas del útero de tu madre hacia la luz del hospital. Otro día, nadie sabe cuánto tiempo después, cierras los ojos para buscar otra luz al final del túnel.
Creces como una plantita. Empiezas siendo una semilla, apenas un germen. La unión de la célula más pequeña y la más grande del cuerpo humano, por los lazos del destino. Y de ahí sales tú. Das tus primeros pasos y tus primeras palabras, ya tienes dientes y puedes comer, y dejas de usar pañal, y vas al cole, y aprendes, y juegas, y, de repente, no te sirve la ropa. Y un buen día te crecen los pechos, o te salen granos, o te sale pelo por todos lados, o te viene la regla. Y te da asco todo, y te da rabia lo más mínimo. Discutes con tus padres, te vuelcas con tus amistades. Empiezas a salir de fiesta y a emborracharte, como la gente mayor. Y entonces llegas a Bachillerato y empiezan a meterte miedo con la Universidad. Y llegas a la Universidad y ves que no es para tanto. Y te aburres como una ostra estudiando. Y sin tener un duro. Pero por fin trabajas para ganar dinero. Y comprendes que la vida laboral sí era para tanto. Y corres todo el santo día y te dejas la vida por ascender, por saber más, por formarte mejor, por complacer. Y vas al trabajo cada día y piensas si no habrás desperdiciado toda tu juventud para eso. A ver si resulta que la vida va a ser eso. Pero no. Te enamoras. Te desenamoras. Te hacen daño. Lo haces tú. Te hacen daño otra vez. Unas cuantas. A lo mejor te enamoras de verdad. A lo mejor te quedas solo. O te das al poliamor. O tienes libertad, soledad, vacío. O compañía, plenitud, restricciones. Todo no se puede. O quizás sí. Pero tú eliges. Ser sociable o estar en casa. Leer o ver Netflix. Internet, sí o sí. Viajar o comprar cosas. Tener hijos o no tenerlos. Las primeras canas. Empiezas a ver que, de pronto, todos tienen arrugas. Y tú también. Y vuelves a preguntarte: ¿es esto la vida?
Tal vez no. A veces, me imagino la vida como una espiral. Podemos subir eufóricos, o bajar atemorizados. Tocar fondo está permitido. Caer forma parte de la vida. Normalicemos llorar, estar tristes, tener mala cara. Porque esta espiral acabará subiendo. Porque más que una línea, la vida parece circular.
Me gusta lo circular. Las historias se repiten. Tendremos que aprender a andar, incluso a hablar, más de una vez a lo largo del camino. Sí, aprenderemos a bailar, a llevar muletas, a hablar otros idiomas, a leer entre líneas… muchas veces. ¿Crees que los dientes nos salen solo una vez? De eso nada. Las muelas del juicio vienen más tarde, a molestar. Puede que te pongas ortodoncia, ya entradito en años. O un implante, vete a saber. Y puede que te crezcan los pechos o que se te encojan, en la vida, más de una vez. Que de repente te vuelvan a salir granos y estes susceptible como un adolescente. Que se te caiga el pelo y te vuelva a crecer. Puede que se te ocurra estudiar cuando ya estés trabajando. O que dejes el trabajo para hacer otra cosa. Que quieras vestirte de forma diferente. Que ya no te interesen las mismas cosas. Ni las mismas personas. En fin, que cambiarás. Cambiarás de pareja más de una vez. De estado, incluso. De coche, de casa, de trabajo, de amistades. De forma física, de color de cabello, de estilo de vida. Y reorganizarás tus circunstancias siempre que sea necesario.
Por eso, ahora, me resulta complicado ver la vida como un viaje en tren. Me parece, más bien, como una montaña rusa. Con sus nuevos comienzos, como un ciclo infinito.
Escribo poesía. Enseño Lengua y Literatura española. Investigo el significado de las palabras y la obra de otras escritoras.